La reelección de Macri depende de la economía
Joaquín Morales Solá
—LA NACIÓN—
Mauricio Macri suele decir que el precio del dólar es uno de los problemas, entre otros pocos, que logran quitarle el sueño. La semana pasada volvió a perder el sueño. Solo poco antes de que terminara la semana, después de dos días de inestabilidad cambiaria, el precio del dólar se serenó y el Gobierno también. El valor de la moneda norteamericana es el termómetro más eficaz de la sociedad para medir la salud de la economía. Es la consecuencia de una economía bimonetaria. El dólar es la moneda de ahorro de los argentinos. El peso solo sirve para las transacciones diarias. La sociedad sabe, además, que una devaluación termina irremediablemente en una inflación más alta, como ya ocurrió con la crisis cambiaria del año pasado. Hubo una devaluación de las monedas de todos los países emergentes por una mayor atracción de las acciones en China, pero solo la Argentina devaluó su moneda más del 10 por ciento en lo que va de 2019. El segundo país que más devaluó durante este año es Ghana, en África occidental.
Los contrastes institucionales y políticos del gobierno de Macri con su antecesora (y su principal competidora actual, Cristina Kirchner) son invisibles solo para los necios. Existen a favor de la gestión de Macri y son relevantes. El problema es que vastos sectores sociales están angustiados por la situación económica, que ha sido históricamente un aspecto decisivo de las decisiones electorales. Un encuesta reciente de la empresa D’Alessio/Berensztein señala que cuatro de los cinco principales temas de preocupación social son económicos. La inseguridad se coló en un tercer lugar, después de años de haber sido la primera inquietud social. La inflación ocupa ahora ese primer lugar con el 93 por ciento de la sociedad preocupada por el aumento de los precios. Vale la pena consignar que esa encuesta ratifica el virtual empate entre Macri y Cristina cuando se evalúan las imágenes positivas y negativas de ambos. Macri le gana a Cristina por muy poco margen. El Presidente tiene el 37 por ciento de imagen positiva y el 57 de negativa. Cristina tiene el 33 de positiva y el 62 de negativa. Un resultado llamativo es el de Sergio Massa: tiene solo el 9 por ciento de imagen positiva y el 82 por ciento de negativa.
Hasta donde llega la mirada, la competencia final será entre Macri y Cristina. Cristina prepara ya el merchandising de su campaña. Un audio con la voz de ella en el que se identifica (“Soy Cristina”, dice), y que se hizo viral en las redes, despotrica contra la situación económica y llama a votar este año por Unidad Ciudadana, su partido. Ella misma hizo circular una foto con el candidato cristinista a gobernador de Neuquén, Ramón Rioseco, parada delante de su escritorio. En el escritorio hay una placa blanca, similar a la chapa de un auto, con la inscripción CFK 2019. En el reciente congreso del Partido Justicialista, convertido en una sucursal de Unidad Ciudadana, convocó a competir en las internas a todos los precandidatos peronistas. Sabe que les ganará y que después, según la ley de las internas obligatorias y simultáneas, los perdedores no podrán irse a ninguna parte. Sería el sueño cumplido: ella como única candidata del peronismo frente a Macri. Massa es el único de los no kirchneristas que todavía cree que podría ser el delfín de Cristina si Cristina abdicara. Las encuestas le demuestran a Massa que el doble juego constante tiene un alto precio político.
Regresemos a la economía. Hay razones locales además de los vaivenes de la economía internacional. Una es responsabilidad de Macri, porque la inflación de enero y la de febrero (del 3,5 esta última, según Orlando Ferreres) estuvo por encima de la prevista. La otra responsabilidad es de Cristina, porque es Cristina y tiene las encuestas que tiene. Pero también hay pesos circulando en la calle. La administración cumplió con tres compromisos con el Fondo Monetario: no queda ningún tenedor de Lebac (letras del Banco Central), se sobrecumplió el déficit cero hasta ahora y también es cero la expansión de la base monetaria. Sucede, sin embargo, que las Lebac significaban el 125 por ciento de la base monetaria, el dinero circulante más el de los bancos en poder del Banco Central. Un 25 por ciento más que todos los pesos que hay en el país. Las Leliq (letras de liquidez de los bancos), que vinieron a reemplazar a las Lebac, representan cerca del 50 por ciento de la base monetaria. El resto, un 75 por ciento, es dinero que busca acciones o dólares, más dólares que acciones, para ahorrar. La inflación es una mala señal para un país que ahorra en dólares. Cristina es una señal peor para el futuro del ahorro nacional. La explicación no es tan complicada.
Los aumentos de tarifas de luz y gas de marzo y abril comprometerán también la inflación de esos meses, aunque varios economistas prevén que el índice inflacionario de abril signifique el comienzo de una tendencia a la baja. La inflación de marzo es estacionalmente alta por el comienzo de las clases. El problema es la estanflación (la mezcla de inflación alta con estancamiento), que podría comenzar a resolverse en abril. De hecho, ya hay en algunas actividades de la economía cierta resucitación si se miran los números comparados con el mes anterior. Cualquier comparación del primer trimestre de este año con el del año pasado es catastrófica. En el primer trimestre de 2018 el PBI creció casi el 4 por ciento. Fue el mejor trimestre de la era Macri, antes de que la economía entrara en el territorio resbaladizo de la crisis cambiaria.
En abril, podrían aparecer los primeros brotes reales del crecimiento de la economía porque llegarán los dólares de una cosecha mucho mejor que la del año pasado. La cosecha de soja y maíz de este año será un 40 por ciento mayor que la de 2018. También en ese mes comenzarán a verse los primeros salarios recompuestos por las paritarias, después de que fueran devastados por la inflación del año pasado. Los jubilados cobrarán este año más que la inflación anual, porque la ley de actualizaciones indica que sus salarios deben ser aumentados con la inflación del año anterior. Sea cual fuere la inflación de este año, y seguramente será superior al 30 por ciento, será inferior al 49 por ciento del año pasado.
Ferreres sigue pronosticando que en el último trimestre del año, el de las elecciones, la economía argentina crecerá cerca del 4 por ciento. Un estudio del mismo economista señala que en el primer trimestre del año la economía terminará cayendo un 5 por ciento. Es decir, que entre el primero y el último trimestre habrá una diferencia de 9 puntos de crecimiento. Otros economistas, debe reconocerse, son menos optimistas. Auguran una economía en crecimiento a partir del segundo trimestre, pero con menos intensidad que la que vaticina Ferreres. Las enfermedades macroeconómicas se están curando a un costo alto. La Argentina bajó un 5 por ciento del PBI su déficit de cuenta corriente, que es la diferencia entre los dólares que salen y entran al país. La Argentina pasó de un déficit del 6,6 en su cuenta corriente al 1,2. Significa un fenomenal ajuste de sus gastos. Digan lo que digan, el verdadero problema de los argentinos es que gastan más que lo que producen.
Esa mala costumbre se reflejaba en el déficit de cuenta corriente.
Si Ferreres o sus colegas esperanzados, pero menos entusiastas, tuvieran razón es posible que Macri siga ocupando la poltrona presidencial después de diciembre. Si, en cambio, fuera la incertidumbre económica permanente la que triunfara, es probable que otro (u otra) le arrebate los símbolos del poder y el poder mismo.